lunes, 16 de agosto de 2010

EL Teatro.

Voy a citar un fragmento de la obra "Edipo Rey" de Sófocles:

"MENSAJERO: ¿Tal vez de vosotros, extranjeros, podría yo enterarme dónde está el palacio del soberano Edipo? O mejor aún, decidme, si lo sabéis, dónde está él.

CORIFEO: La casa es ésta, y él está dentro, extranjero. Su esposa y madre de sus hijos es ésta.

MENSAJERO: Pues feliz y acompañada de felices por siempre sea , puesto que de aquel es esposa completa*.

..."


El que haya leído el libro sabe a lo que me refiero, y es lo que está en negrita.

Tal vez no, o tal vez sí pero yo estoy completamente seguro que en las Grandes Donisíacas en las que fue presentada esta obra, el fragmento citado fue de gran valor a la hora de decantarse el jurado público.

Conocemos estas obras y estos autores por un impulso que ellos tenían una motivación que nada tenía que ver con lo económico -el teatro era gratis-, ni con lo artístico en un principio. Se escribía gran cantidad de estas obras para ponderar la excelencia, lisonjear a los dioses helenos y por la competición, la competitividad. Ese carácter que marcó la civilización de ésta época, y por lo tanto a nosotros.
Todo ello puede verse en las "didascalias", o en las competiciones antes mencionadas. Claro es que aunque no se concebía como un arte sí que se desarrolló una belleza y una conciencia de escritura que poco a poco fue evolucionando hasta ahora.

Ahora el teatro es cuasi inexistente, prefieren reeditar teatro de Cervantes, los "Lopes", Fernández de Moratín, Tomás de Iriarte, y algunos que no los tenemos tan lejanos como Pedro Muñoz Seca, o Fernando Fernán Gómez. Acepto que se reedite estos libros, y recomiendo su lectura, pero no acepto este estancamiento en el que está el teatro: tratan de retomar a Valle en este mundo cada vez mas esperpéntico -y en parte lo entiendo-.

Lo entiendo porque todos somos helenos y ese espíritu competidor de Hellas que un día era belleza para agradar al público sin ánimo de lucro ahora ha degenerado una competición para ver quién crea la novela -pues, desgraciadamente, sólo se escribe novela actualmente y siempre monotemática- más vendida, la que vaya a ser el número 1de los best-seller en el menor tiempo posible aunque ello conlleve a faltas de rigor y de todo tipo engañando a un público ávido de esta lectura, que vuelve a iniciar el ciclo.
Y lo único que puede solucionar esto es la medicina de los Clásicos, leer un buen libro de los latinos y helenos.

Me gustaría citar otra vez a los Clásicos, un historiógrafo latino esta vez, a Suetonio que así narra el final de Augusto:

"et admissos amicos percontatus, ecquid iis videretur mimum vitae commode transegisse, adiecit et clausulam:

ei de ti
echoi kalos to paignion, kroton dote
kai pantes hemas meta charas propempsate
**"


"Cuando entraron sus amigos, dijo: ¿Os parece que he representado bien esta farsa de la vida? Y añadió (en griego):

Si la pieza os ha gustado, aplaudidla
y manifestad todos juntos vuestra alegría
."

-Así es como terminaban las comedias griegas-.

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* LUCAS, J.M.ª: Sófocles. Edipo Rey, Madrid, Alianza Editorial, 2006.
** SUETONIO: Divus Augustus, XCIX

1 comentario:

  1. Es cierto, hay que retomar el brillo de la belleza, que es lo único capaz de hacernos salir de "lo nuestro" hacia lo nuevo y valioso, sin mirar los costes. No frecuento el teatro, pero por las críticas y reseñas que veo, me parece que se hacen muchas relecturas postmodernas de los clásicos -del Siglo de Oro, o grecolatinos-. Hay quien dice que así, en clave contemporánea, se muestra que el clásico tiene que decir cosas también hoy en día, pero sospecho que lo que finalmente ocurre es que por querer hablar de temas contemporáneos -los cristianos en El mercader de Venecia pasan a ser nazis en una ambientación de II Guerra Mundial, etc.-, sin entender verdaderamente lo universal y espiritual que el clásico encierra, se acaba afeitando ideológicamente al clásico, y haciendo panfletos politico-socio-piscológicos donde abunda el shock, y eso sí tiene que ver mucho con lo que buscan los best-sellers. A los clásicos hay que ir a aprender, no a imponer, y desde ahí se puede dialogar con ellos. Es como ir al oráculo de Delfos y derruirlo para poner un MacDonald's. Y que conste que me gustan las hamburguesas.

    Muy buena cita de Suetonio.

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